jueves, 23 de agosto de 2018

Y qué más da





Hoy recuperamos un viejo debate (¿?) que se reproduce puntualmente desde hace cuatro legislaturas. Es un debate viejoven más bien, porque cuando lo agitan los interesados parece como si de esto no se hubiera hablado nunca. De los creadores de "Revilla se presenta por última vez en 2007 y te lo digo por carta", "Revilla casi tuvo cáncer en 2011", "Revilla ya fijo que no más en 2015", llega a sus pantallas "Revilla NO es NO me presento".




Aunque no se lo crean, ya en 2007 estábamos con esta matraca, y eso que el aludido era apenas un post-adolescente de 64 años. A un año de la jubilación oficial, los 65, creyó un buen momento para poner fin a su carrera política y hacerlo además por carta a todos sus afiliados. "Esta es la última vez que me presento", dejó por escrito. Qué tiempos ¿verdad? Alguno hasta se lo creyó. En fin.

En 2011 había que poner toda la carne en el asador porque se veía venir "un tsunami del PP" (Revilla dixit). Entonces claro, decir únicamente que era la última vez parecía poca cosa. Había que crear tensión, como le confesó en su día Zapatero a Iñaki Gabilondo, y como además aquí hay quien tiene bula para decir lo que sea y que no pase nada, se agitó el fantasma del cáncer. 

Revilla es la primera persona que "casi tiene cáncer". Si no fuera tan carente de ética y delicadeza hablar tan gratuitamente de estas cosas igual hasta tenía gracia. Pero no la tiene, y menos aún que los medios de comunicación le hicieran la cla y siguieran al minuto sus visitas a Valdecilla a ver si había o no había bicho. Afortunadamente no lo había, pero el ruido estaba hecho. Ni por esas frenó "el tsunami".

En 2015, con unas expectativas electorales mejores no hizo falta dramatizar mucho. Era la última, y punto. Quién nos iba a decir que igual, por una vez, nos estaba contando la verdad. O al menos eso parece tras lo difundido hoy por algún medio que se ha hecho eco de las palabras del periodista Fernando Jáuregui en la COPE. Dice el veterano plumilla que Revilla se lo ha confesado, por lo que si eso se confirma (hay un 50% de posibilidades), tendrá todo el derecho de utilizar el cuñadísimo término "yo ya os lo dije".




Bueno, y Revilla también nos lo ha dicho. Pero citando aquello que le espetó el socialista Miguel Ángel Palacio en un pleno parlamentario "Usted (por Revilla) no le dice la verdad ni al médico".

Si la salud le respeta mínimamente, repetirá.






viernes, 17 de agosto de 2018

Amigovios


Este palabro que tiene algo de amor y que rima con odio, pero siempre como amigos, define bastante bien la relación que mantienen desde tiempos inmemoriales Revilla y los medios de comunicación. Se conocen y se reconocen, saben sus virtudes y defectos, habitualmente suele ser una relación de interés mutuo pero siempre con un poso de culpabilidad.

Estoy convencido, bueno más bien quiero pensar, que cuando se escriben informaciones sobre las barrabasadas de nuestro mediático presidente, en el fondo el plumilla de turno sabe que está hablando de cosas que no tienen demasiado sentido. Que hay poca verdad, mucha pose y una pasmosa facilidad para olvidar.

El mecanismo de Revilla para hacer política de titulares, que es la que practica todo el tiempo, tengo que reconocer que es marca de la casa. Hablo de marca registrada, es un visionario, mucho antes de Trump, Nigel Farage, o el movimiento 5 estrellas, aquí ya disfrutábamos (sufríamos más bien) esta gota malaya del argumento grueso "que ahí queda" sin mayor análisis posterior. Es una continua huida hacia adelante, porque ¿qué más da si esto o aquello que dijo es medio verdad o mentira del todo? Ya tenemos otros dos nuevos titulares de trazo grueso para distraer al persona e ir tirando otra temporada.



Me ha hecho gracia, porque es absurdo cabrearse por estas cosas, la penúltima polémica sobre su emplazamiento a turistas, fans, grouppies y gente de buena fe para que se presenten en su despacho a hacerse unas fotillos y compartir un rato de esa buena charla populista que sólo él sabe ofrecer. Realmente es una pérdida de tiempo montar el escándalo político, pero no es menos cierto que tampoco tiene demasiado sentido publicarlo en la prensa seria. La agostidad es lo que tiene, que nos relajamos tanto que ya nos da igual 'ocho que ochenta'.



Es curioso el mecanismo por el que quien te afea que entres a esos debates 'políticos' (¿?) es quien publica la barrabasada, y no sólo eso, quien te llama para que des tu opinión. El sentimiento de culpabilidad va pasando de mano en mano, y el periodista en ese momento tiene que buscar culpables a esa situación kafkiana, "¿qué hago yo hablando de esto?", para acabar concluyendo que "esto es un tema que interesa a los políticos para que no hablemos de lo verdaderamente importante". Conciencia tranquila otra vez.



Así sigue girando la rueda, y quién mejor lo sabe es el protagonista de este circo de tres pistas (política, medios y ciudadanos), da igual lo que diga porque siempre habrá un titular grueso con el que distraer al personal y un periodista que lo publique.